Auschwitz
Auschwitz
Todos los días
El horror que vuelve
Vivo cerca de un enorme cartel que dice
Auschwitz
Que anuncia Auschwitz
Hay colas de niños para entrar,
Carteras que se abren,
Risas de colegio.
Selfies.
Más de tres meses
taladrando mi cabeza.
Salgo a por el pan,
Auschwitz.
Cojo el autobús,
Auschwitz.
Yo no quise visitarlo.
Por error cuando quise ir a la exposición de al lado
Me encontré con un horno crematorio
Silencio. Náuseas
No son útiles estos balbuceos.
¿Por qué deben lamentarse los que no lo hicieron?
El profesor piensa que es una gran clase de historia.
Pero estos niños no lo hubieran permitido.
Ninguno llora.
Yo tampoco puedo sentirme digna de unas lágrimas
que no me pertenecen.
Mayor tortura es no poder gritar,
quizá por dentro
de ese uniforme de educación selecta
alguien entienda que
nada de esto es comprensible.
Plaza Castilla ya se ha acostumbrado a pasear
Con tu hedor culpable que señala a todo humano
Con tu aliento de muerte.
Prorrogado
hasta el 7 de octubre.
Te anuncian como una fiesta.
Yo conjuro para que la próxima exposición
sea realmente la experiencia empática
Porque contemplar la destrucción
Es tan vacío
Si no hay posibilidad del abrazo
De la reconstrucción
No la hay.
Y entonces qué nos queda
Más que volvernos insondables
Ante un nombre de películas
¿Te gusta el cine bélico?
¿Salimos a cenar?
Las vistas dan a un enorme cartel
que como un parque de atracciones
Dice Auschwitz
¿Quieres llorar?
¿Puedes permitirte entender que esto también fuimos?
Que no se pudo hacer nada
Que nadie hizo nada.
La nada meciendo a sus hijos
delante de tus pantallas.
¿Te gustaría que alguien comprase una entrada
para los restos de tu asesinato?
¿Va este precio y este insomnio
para los hijos de los supervivientes?
Quién colocó los zapatos como bodegones
Qué gestor cultural pensó que sería una buena idea
Quién sintió que sus dedos se deshacían
Quién dijo que no podía más
Quiero preservar su corazón bajo una llave.
Hay una señora de la limpieza
de azul indescriptible
casi cielo
que todos los días friega los pasillos de este espanto
¿Puede ella llorar mientras lo hace?
Este museo del horror.
Hay un puesto de salchichas, maíz horneado, churros,
justo a la salida.
Unos patos en el estanque de detrás.
Como si fuera de esas habitaciones
estuviera la vida
maquillando la vergüenza
y dentro
el minotauro encerrado dentro
del niño-monstruo del desván dentro
del saco con ojos
para asustar
mordisqueando los dulces piececitos de la infanta.
No puedo estar en paz
no puedo ser feliz puesto que Auschwitz:
“Estuvo muy bien, deberías verla”
“He escrito sobre ella para mi revista”
he hablado de recoger los pedazos
para que yo pudiera ver
lo que aún no siento.
Con todo mi respeto hacia las víctimas
Con todo mi amor y deseo de justicia
Todo mi odio y todo mi vómito para los verdugos
No quiero ese cartel entre ejecutivos,
peregrinación de los que sueñan
con las torres más altas
como ángeles de la muerte.
Nadie ha llevado una flor a esta tumba.
Este cementerio que habéis instalado aquí
a más de 2.000 Km de distancia
con la suficiente distancia para hacerlo.
Soy lo suficientemente pobre
para saber que un nombre es una patria de dolor
y que este no es el mío
y si lo fuera
no querría
un descuento
un leve rastro de la culpa
un muerto manoseado por todos
la necrofilia en pañales
creciendo.
¿Podrías encender una vela?
¿Podrías venir a llorar por nosotros
con nosotros?
Si eres lo suficientemente fuerte,
Si aún puedes bailar cerca
como hierba que nace del asfalto.