El séptimo día todos acuden a su particular templo. Yo me siento a remendar las raíces del primer juguete y excavo para repoblar el caldo primordial de mi existencia. Sin comprender por qué sigue esta ceniza en mi frente y la tentación de cubrirme de arena hasta la náusea.
Y
Por luchar con dignidad
tengo una huella que quema en las manos
la alarma no deja de sonar
Sueño que.
Hago autostop. Nadie para, solo coches fúnebres.
Camioneros que me dan miedo.
Y veo sogas colgadas de los árboles.
Mi visión de fuente enfangada
Todo se destruye
Nada permanece
Yo creo por pura supervivencia
Pero ya no tengo yo.
No me queda nada más que arrastrar los pies. Me doy cuerda.
Amé a seres que me violaron, a seres que lo intentaron
Amé el mal para no sufrir su ataque.
Dime qué hago con estos huesos contra el eco.
Seré la reina de la noche con la cabeza de los pavos reales entre las piernas
No volverá a salir el sol
Me moriré de frío tras cualquier pantalla
No merecerá la pena tu esfuerzo
Mi nombre no es famoso. Otra más que se agarra como puede a la tierra con ascendentes de viento obligándome a marchar.
Soy un viejo testimonio de la energía que ruge
Me han segado.
Podré no estar en mí cuando las sombras sean mis únicos ángeles
Que yo sea solo alma
Para no sentirnos
Mi alimento el aire
Aire y
Olvido Olvido Olvido Olvido Olvido como único aliento
Que no te importe mi niñez
Estoy muerta. Si acaso
abres la puerta.
No tengo más que poemas.